MONTAÑAS DE AGUA
Por
David Díaz Gómez / Fotos por Johan Willems, José Granados, David Díaz
Gómez
Entre el norte de Chiapas y el sur de Tabasco,
ambos estados mexicanos, se localizan las Sk'inalel Toljá, las Montañas
de Agua. Los mayas de la región las nombran así porque dicen que en su
interior hay más vital líquido que roca.
Misolhá, cuyo nombre quiere
decir "agua que sale de del vientre de la tierra "en lengua
indígena, es una cascada de treinta metros que termina en
una laguna muy visitada por los lugareños.
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No hay cueva que no tenga arroyo o manantial en
la entrada y cuando llueve parece que brotara agua de las piedras. Los
aguaceros provocan que las veredas se transformen en ríos y que de los
precipicios se desplomen cascadas instantáneas.
Son los territorios de la Selva Negra -oscura,
donde nunca alumbra el sol, cubierta siempre de neblina- y de los
despeñaderos de Tumbalá, famosos por haber templado el valor del
aventurero John L. Stephens, quien las calificó como las más difíciles
que cruzó en su vida.
También es tierra de ríos de ensueño y saltos
escalonados que se mezclan con los colores del cielo y de la jungla. Las
cascadas de Agua Azul y Misolhá, en Chiapas, y los ríos de la Sierra, en
Tabasco, son ejemplos accesibles de este microcosmos donde reinan la
humedad y la belleza.
Las Sk'inalel Toljá son parte de las Montañas del
Norte, una serranía de doscientos cincuenta kilómetros de largo y
sesenta y cinco de ancho, que alcanza en algunos puntos los dos mil
metros sobre el nivel del mar. A ojo de pájaro es una gigantesca muralla
que transcurre hacia el este desde la Reserva del Ocote y el volcán
Chichonal, hasta las inmediaciones de la Selva Lacandona y la cuenca del
Usumacinta.
Este macizo montañoso es la pared que detiene las
incursiones de los vientos provenientes del Golfo de México que, con
todas sus nubosidades y perturbaciones atmosféricas, cruzan sin freno
las planicies aluviales tabasqueñas. Teapa, poblado en la cuenca que se
forma al pie de esas montañas, ocupa oficialmente el primer lugar
lluvioso de México, con registros de más de cinco mil milímetros de
precipitación pluvial.
Por las montañas del norte de
Chiapas circula una gran cantidad de ríos en los cuales se
forman saltos y cascadas como Agua Azul, uno de los parques
más importantes de México.
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En la región abundan arroyos y ríos de cauce
joven que tributan sus aguas al río Grijalva, que atraviesa la serranía
antes de unirse a su hermano, el Usumacinta. Al Grijalva desahogan los
ríos Tacotalpa, Teapa, Tulijá, Puyacatenco y Carrizales, todos de corta
trayectoria pero de caudal considerable, nacidos en las múltiples
fuentes que bajan de la serranía.
Aunque inaccesible e inhóspita, la zona fue
poblada en tiempos antiguos por pequeños grupos de origen maya (zoques,
choles y tzeltales) que habitaban los pequeños valles cercanos al
Grijalva y las montañas próximas a la cuenca del Usumacinta, tierra de
cacería y recolección, feudo de las deidades del agua.
Tras la conquista española, en el siglo XVI, los
frailes dominicos fundaron parroquias y conventos en poblados como
Oxolotán y Tacotalpa (Tabasco), y en Chapultenango y Tumbalá (Chiapas).
Los poblados aún existen, aunque nunca prosperaron porque cuando no
atacaban las epidemias de malaria, asolaban las inundaciones y las
abruptas y solitarias montañas no eran atractivas para labores de
evangelización. En la actualidad la tasa de densidad poblacional en la
región es de las más bajas de México, con un promedio de treinta
habitantes por kilómetro cuadrado.
El lado norte, que encara al Golfo, es el que los
indígenas tzeltales llaman Montañas de Agua: con sus cimas más remotas
cubiertas por bosque mesófilo de montaña, más conocido como bosque de
niebla o nubliselva; de árboles de más de treinta metros de altura,
plenos de orquídeas y bromelias; donde crece vegetación endémica, con
infinidad de ejemplares hasta ahora desconocidos por la ciencia; hábitat
del venado cola blanca, el mono araña y el mono aullador o saraguato; el
tigrillo, el jaguar y los tucanes.
En Villa Luz, Cerca del
poblado serrano de Tapijulapa (tabasco), hay una serie de
balnearios selváticos donde se forman manantiales y pequeños
saltos de agua
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Infinidad de arroyos se deslizan por una
laberíntica geografía de encajonados y cañadas. En las montañas abundan
saltos y cascadas de todos tipos y tamaños, muchos de los cuales, debido
a su inaccesibilidad, sólo han sido vistos por los lugareños. Sin
embargo, las cascadas de Agua Azul y Misolhá -de fácil acceso-
representan la avanzada de esta riqueza pluvial del Mundo Maya.
Al norte de Ocosingo, cruzando las montañas -que
descienden hasta el valle del Tulijá y a la planicie tabasqueña-, a 19
kilómetros de la antigua metrópolis maya de Palenque, está Misolhá,
"agua que sale del vientre de la tierra", en tzeltal, cuya caída de
treinta metros se precipita en una profunda laguna. Es un parque
ecoturístico de veinte hectáreas administrado en su totalidad por
indígenas. Misolhá es dueña de un área cubierta de espesa vegetación
selvática que ha sido escenario de numerosas películas y series de
televisión.
Más adelante, en el municipio de Tumbalá, están
las cascadas de Agua Azul. Carta magna de las Montañas de Agua, fue
decretada Reserva Natural el 29 de abril de 1980 y ocupa una superficie
de dos mil quinientas hectáreas. Las cascadas están formadas
principalmente por el Shumulá, "río de las calabazas", en tzeltal; bajan
por un manto de roca caliza, blanca -que da transparencia y nitidez a la
corriente líquida- en cuyo fondo se reflejan como en un espejo el cielo
azul o las tonalidades verdes de la selva.
En Oxolotán (Tabasco) frailes
dominicos provenientes de España fundaron un convento en el
siglo XVI. Las ruinas del viejo monasterio están a los pies
del cerro de Moyos, en cuya cima se encuentra el santuario
de un cristo muy venerado por los tabasqueños.
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Efectivamente, agua azul corre por los
acantilados formando pozas de escasa profundidad, generando rápidos y
numerosos saltos de diferentes tamaños que al golpear con las rocas
levantan nubes de gotas de rocío, brillantes al sol y formadoras de arco
iris.
Algunas cascadas y pozas ya han sido bautizadas:
La Marimba, dos caídas que desde el aire se ven como el teclado de este
instrumento musical chiapaneco; Las Resbaladillas y Las Tacitas,
pequeños saltos resbalosos, vecinos de pozas pequeñas, como para que se
bañe una sola persona; El Boquerón, donde el río se hace angosto y nacen
las cascadas; la Poza de la Gringa, antiguo campo nudista; y la terrible
Licuadora, cascada en cuya poza han desaparecido muchos atrevidos que
optaron por no hacer caso a los letreros que prohíben nadar en ella.
Además de la natación, se puede practicar la
navegación en balsa en algunas partes del río; también es zona ideal
para hacer excursiones por ambas orillas, subiendo o bajando el cauce.
Por la noche no es difícil encontrar zorras,
armadillos y nutrias, principalmente río abajo.
Las cascadas de Agua Azul y Misolhá, y los ríos
de la Sierra son algunas de las muchas muestras de esa armonía entre
agua y piedra que atesora la región conocida en la orografía como las
Montañas del Norte y que los indígenas reconocen como las Sk'inalel
Toljá, las Montañas de Agua. Paisaje agreste de arroyos que abren
caminos líquidos en donde la flora y la fauna crece y se conserva.
Tierra de secretos que esperan no sólo ser descubiertos, sino apreciados
para su supervivencia. |