3ª ETAPA: EN EL DESIERTO DEL THAR (DÍA 16)
Día 16.- Viernes 15 de Agosto: DÍA DE LA INDEPENDENCIA INDIA (Puede estar todo cerrado): En Jodhpur (La ciudad azul)
Por la mañana haremos el tour de la ciudad, situada al borde del desierto del Thar y perteneciente a la ruta de la seda, la ciudad de Jodhpur, dominada por fortalezas medievales y conocida por su paisaje llano y arenoso, fue la antigua capital del principado de Marwar, o «Tierra de la Muerte», por su propensión a las sequías y a la aridez.
Visitaremos el majestuoso Fuerte Mehrangarh situado a una altitud de 125 metros cubre un área de 5 Km cuadrados y tiene siete puertas. Las vistas sobre las casas azules de los brahmanes son impresionantes.
También visitaremos el Jaswant Thada, mausoleo de mármol blanco que algunos comparan al Taj Mahal, construido en memoria del Maharaja Jaswant II en 1899.
LA CIUDAD VIEJA: En el mercado se codean todos los oficios de la India: vendedores de ropa usada, dentistas ambulantes, campesinos en cuclillas junto a sus puestos de verduras, sastres, herreros, carpinteros, joyeros... Junto a la Torre del Reloj se encuentran las vendedoras de pulseras de cristal. Hay un mercado de especias que no ha debido cambiar mucho desde el siglo XII: montones de esencias de todos los colores -polvo de azafrán ocre, de cúrcuma amarillo, de chile molido rojo- entre los que pasean cabras, vacas y camellos. Y en una plaza existe ¡un parking de elefantes!
Después de comer lo tendremos libre para comprar, vender o retozar y contemplar desde la terraza del hotel el atardecer sobre el fuerte y la ciudad, mientras una orquesta de música clásica india, en el césped y entre buganvillas, desgrana melancólicamente una raga o un ghazal, es un momento inolvidable.
HISTORIA: Rao Jodha, atraído por la defensa natural que proporcionaba al emplazamiento una maciza y abrupta escarpa de 125 m de altura, fundó la ciudad en 1459, aunque sus exclusivistas antepasados rajput de la dinastía Rathor habían gobernado las tierras circundantes desde tiempos inmemoriales. Su genealogía se remonta a Rama (Ramayana), y, a través de Él, al propio dios-sol, Surya. En el año 470, Nayan Pal, un príncipe Rathor, se erigió en soberano del gran reino de Kannauj, en el centro de la India. Sin embargo, en 1193, Kannauj cayó en manos del invasor musulman, Mohammed Ghori. Rao Siyaji heredero del trono, huyó con la tradicional bandera panchranga (“de cinco colores”) de los Rathor y se dirigió a los desiertos del Rajastán con sus seguidores para fundar allí un nuevo reino. En el siglo XV, los Rathor dominaban ya todo Marwar y establecieron su capital en Mandore. Poco después declararon la guerra a los maharanas de Mewar a causa de la ascensión al trono de Chittorgarh. El conflicto se resolvió satisfactoriamente en 1459 cuando Rao Jodha abandonó la antigua capital y fundó Jodhpur. Para construir el fuerte tuvo que desalojar de allí a un ermitaño que meditaba en aquel lugar, y éste echó una maldición a sus descendientes, prediciendo que a partir de entonces padecerían sequía cada 3 ó 4 años (profética maldición). Al principio se peleaban con Babur, pero luego se aliaron con Akbar y les fue de escándalo. Luego con los Marathas y mas tarde con los británicos y también les fue muy bién.
Los soberanos de Jodhpur amasaron enormes fortunas gracias a la situación estratégica de sus enclaves comerciales en las rutas más importantes de caravanas de camellos. Sus mercaderes, conocidos como los marwaris, siguen siendo famosos en toda la India por su habilidad para los negocios.
El principal atractivo de Jodhpur es su fortaleza del siglo XV; la ciudad vieja está rodeada por una muralla de piedra que serpentea a lo largo de 10 km, en la que se intercalan ocho puertas monumentales. Esta fortaleza resistió a los ataques de los mogoles, que finalmente accedieron a firmar tratados con los soberanos de Jodhpur para intercambiar riqueza por ayuda militar y así someter Gujarat al poder de su imperio.
El patronato de los mogoles alcanzó su cenit a mediados del siglo XVI, cuando Rao Udai Singh de Jodhpur casó a su hermana con el emperador Akbar y a su hija con el hijo del emperador, Jehangir. Es probable que Akbar lamentara aquella alianza, ya que su esposa rajput, Jodhai Bai, demostró una gran habilidad para colocar a miembros de su familia en cargos de poder.
El patrocinio mogol se cortó cuando Jaswant Singh de Jodhpur respaldó a la parte perdedora de los mogoles en el enfrentamiento por el poder que opuso al decadente Shah Jahan y a su ambicioso hijo, Aurangzeb. Una de las primeras órdenes que dio el nuevo emperador Aurangzeb fue el asesinato del hijo de Jaswant Singh, al que le hubiera correspondido heredar el trono y que nació después de la muerte de su padre, que se encontraba en la corte real de Delhi. Aunque el intento fracasó (escondieron al niño en una cesta de caramelos y huyeron rápidamente para protegerse), la venganza de Aurangzeb no tardó en llegar, y en 1678 irrumpió en Jodhpur y la saqueó violentamente, actuando del mismo modo en varias de las ricas ciudades de los marwaris. Ajit Singh, el niño príncipe, recuperó su reino al cabo de treinta años y se convirtió en uno de los héroes más renombrados de Jodhpur.
Así pues, Jodhpur vivió un siglo de confusión dinástica y sangrientas batallas con los estados vecinos. A finales del siglo XVIII, fue tomada primero por los marathas y después por los británicos. A princip1ios del siglo XX, Jodhpur estaba gobernada por un soberano muy poderoso, el maharajá Umaid Singh, que dejó como su legado más importante el famoso palacio de Umaid Bhawan, una de las residencias privadas más grandes del mundo. El palacio fue construido para dar trabajo a tres mil de sus súbditos que estaban sufriendo una devastadora hambruna en 1923. Se terminó en 1945, dos años antes de que el maharajá tuviera que ceder su principado a la nueva India independiente.
A pesar de sus muchos puntos de interés, Jodhpur no suele atraer a muchos turistas. La mayoría de ellos se conforman con ver la ciudad sólo como lugar de paso en sus rutas hacia Jaisalmer, al oeste, o Udaipur, al sur. Pero los conocedores de la India antigua tienen a Jodhpur en gran consideración, no sólo por la riqueza de sus tesoros históricos, sino también por encontrarse fuera de los circuitos turísticos más «trillados» y ofrecer una imagen muy auténtica de la India rural.
VISITAR JODHPUR: Subiremos en el autobús por la sinuosa carretera que lleva a la majestuosa fortaleza Mehrangarh, principal atractivo de Jodhpur. Desde la Puerta Jai Pol («de la Victoria»), podemos continuar la empinada subida a pie por delante de las almenas que parecen cañones huidizos y las tiendas de souvenirs con músicos ambulantes. La fortaleza en la que anidan las águilas es una obra maestra de defensa medieval. Se dice que una vez terminada se ordenó enterrar vivo a su arquitecto para que no pudiera revelar nunca sus secretos.
Otra reliquia de aquel pasado feudal son las franjas de yeso que hay junto a la Puerta Lohapol («de Hierro»), en las que imprimían delicadamente la huella de la palma de su mano las 15 mujeres que se hicieron el sati (inmolarse después de la muerte de sus maridos en la guerra). Este sacrificio es un acto idealizado de ¿amor?, ¿abnegación?, ¿obligación?, ¿miedo?, ¿devoción?, ¿consciencia de que es mejor morir que perder la vida?. De ahí que el prestigio de un rey se midiera literalmente por el número de mujeres llamadas a incinerarse vivas en la pira funeraria de sus maridos. De todos los soberanos de Jodhpur, Ajit Singh fue el que mayor «honor» alcanzó, ya que a su muerte en 1731 le acompañaron a la pira para ser inmoladas sus seis esposas y 58 concubinas.
Rudyard Kipling recibió una impresión muy satisfactoria de la fortaleza-palacio, a la que definió como una creación de «ángeles, hadas y gigantes», aunque tal descripción suene demasiado endulzada para referirse a una obra de los eternos y fuertes rajputs.
El complejo arquitectónico ha sido conservado maravillosamente como museo y alberga 18 secciones diferentes, cada una de ellas repleta de antigüedades cuidadosamente expuestas. Abierto diariamente de 9 a 1 y de 2 a 5. Hay un ascensor para los visitantes que lo deseen que costaba 10 Rs (sólo de subida). En el café, situado a la entrada del museo, los músicos suelen tocar para dar la bienvenida a los grupos de turistas. Con actitud de propietarios, los viejos criados de la realeza acompañan a los visitantes por los pasillos acordonados. Dentro hay un laberinto de estancias que se entrecruzan, salas de audiencia, cámaras exquisitas con celosías para el harén y la pièce de résistance, el gabinete real, una fantasía de las mil y una noches de artesonado exótico, esferas de colores que cuelgan, con una cama enorme sobre la que varias generaciones de maharajás se entregaron a sus placeres. No se debe dejar de ver la sala de baile, del siglo XVIII, en cuyo techo se aplicaron 80 kg de oro macizo.
En las salas del museo se expone una colección de armamento muy completa, que incluye las espadas de Akbar y Timur, sillas de elefante doradas y con incrustaciones de piedras preciosas, cunas de los reyes, miniaturas únicas y varios instrumentos musicales tradicionales de Rajastán. Pero la pieza de la que más se enorgullece el museo es la enorme tienda-palacio que utilizaba el emperador Jahan en sus viajes.
Más allá del palacio están las peñascosas murallas, llenas de cañones antiguos. La vista desde la cumbre es inolvidable. Se tiene la sensación de estar observando desde otro mundo las actividades del mundo «que está abajo». De la ciudad llegan ecos de todos los rumores propios de una gran concentración humana, que se pueden oír con una claridad insólita.
Al bajar por la carretera de la fortaleza, se vislumbrará el resplandeciente Jaswant Thada, cenotafio de mármol blanco del maharajá Jaswant Singh, construido en 1899. Él fue el primer soberano Rathore que no erigió su monumento funerario en Mandore, la capital histórica. Se aconseja encontrar el chowkidar para entrar en él y contemplar los retratos de los reyes de la dinastía Rathore.
De nuevo en la ciudad, nos daremos un paseo por el vistoso mercado de Jodhpur que se extiende alrededor de la plaza de la torre del Reloj y permanezca hasta última hora de la tarde. Es un lugar demasiado estrecho para los coches pero suficiente para un enjambre de bicicletas. Éste es el legendario mercado antiguo, conocido actualmente como el Bazar Sardar.
Según la dirección que se tome, se puede ir a parar a un taller cerrajero al final de un callejón sin salida o a un puesto que rebosa de azúcar sin refinar, otro de vajillas de plata, caramelos, guirnaldas de flores o libros de texto de medicina. Los mejores hallazgos en Jodhpur incluyen marionetas de madera, caballos pintados, objetos de marfil, telas bandhana, elaboradas con la técnica de «atar y teñir» y zapatillas bordadas. Se puede dar un paseo bien tranquilo por el zoo y los jardines públicos Umaid, frondosos y bien cuidados, llenos de bunganvillas, mangos y rosales.
Al noroeste de los jardines se encuentra el museo del Gobierno, con su gran colección de fieras disecadas. También se exhiben esculturas antiguas de la India, rollos de pergamino, tratados reales y la decorada sala Durbar. Abre todos los días, excepto el viernes, de 10 a 4 y media. La entrada costaba 2 Rs.
Merece la pena reservar un tiempo para poder visitar Mandore, la antigua capital de la dinastía de los Rathor Marwaris, 8 km al norte de la ciudad. Es una necrópolis pintoresca que se encuentra en un jardin exuberante y frondoso, lleno de los chhatris de los soberanos de Jodhpur. Los chhatris de las maharanís tienen una elegancia más sobria y se yerguen entre cantos rodados a lo largo de la cumbre del monte, a la que se llega por un camino muy empinado y serpenteante que sale de la derecha del jardín.
Hay que ver la sala de los Héroes (siglo XVIII), una galería con dieciséis dioses, diosas y guerreros rajput a tamaño natural, tallados en una sola roca.
También podemos citar el Maha Mandir o Gran Templo (2 km al norte de Jodhpur), construido alrededor de un templo de Siva. Cinco kilómetros más al norte está el lago Balsamand donde se encuentra el palacio Balsamand, rodeado de un paisaje muy apacible.
Safari por los pueblos: Es una oportunidad de ver la India real, los pueblos y zonas rurales donde la gente todavía vive de acuerdo con costumbres ancestrales. Este safari lo podríamos hacer el día 16 después de Ranakpur llegando a PALI, desde donde los poblados Bishnoi están a tiro de piedra.
El maharajá Singh de Ajit Bhawan (tío del actual maharajá de Jodhpur) ofrece un original safari de un día en un todoterreno de la armada estadounidense, a través de varios pueblos que limitan con el desierto que rodea Jodhpur: «En las ciudades todo es malo», explica Singh. «Donde se pueden encontrar las auténticas bellezas de la vida es en el campo, las zonas rurales alas que no llega la electricidad ni el teléfono». Todavía se conservan vestigios del papel social que Singh desempeñaba, ya que en todas las paradas de la excursión los campesinos le saludan de una forma especial y todavía se dirigen a él para pedirle consejo, mediar disputas o incluso presidir ceremonias matrimoniales. El maharajá y su pequeño grupo de visitantes son recibidos por un sonriente patriarca Bishnoi de pelo canoso vestido de blanco, mujeres de las tribus engalanadas y cargadas de pesadas joyas de plata y pulseras de marfil que llevan en la parte alta del brazo.
Se pide a los visitantes que se quiten los zapatos antes de cruzar el anillo «protector» de una textura sorprendentemente agradable, hecho con una mezcla seca de boñigas y orina que se coloca alrededor de una cabaña Se trata de una práctica ancestral para evitar la entrada de serpientes y atraer la «energía generadora» de la vaca, criatura sagrada de los hindúes. Con un té con jengibre, ya veces con un trago de opio afion, que se toma en forma de infusión en las manos que el anfitrión coloca en forma de taza, Singh preside un tribunal en el que se tratan asuntos tan variados como la situación de los intocables, los pozos profundos del desierto, el significado de los colores de los turbantes y rituales locales de noviazgo Los visitantes pueden ver cómo hacen alfombras dhurries en chozas subterráneas y se les anima a probar su habilidad en la creación de ollas, molienda de semillas y lanzamiento de hondas. La excursión es una experienca inolvidable.
Capotí: Palabra gibraltareña contracción de “a cup of tea”.
De lujo: El majestuoso Umaid Bhawan Palace, de color adelfa y construido con arenisca, es la antigua residencia del maharajá, y actualmente el hotel de lujo más extraordinario de la India, excelentemente regentado y conservado por Welcom group. De un romanticismo exacerbado, este gran palacio de 347 habitaciones es un ejemplo de opulencia excéntrica a gran escala. Unas grandes puertas blasonadas de cobre macizo dan la entrada a un vestíbulo estilo Art Déco que conduce a dos espectaculares patios interiores de planta elevada y doble cúpula. El primero está decorado con leopardos disecados colgados en las amplias escalinatas gemelas de mármol. En el segundo patio, con mobiliario dorado estilo europeo, se ven los huecos de las escaleras de caracol divididos en gradas. Justo debajo se encuentra el basamento de la piscina. Del patio central se bifurcan varías bibliotecas y habitaciones de billar llenas de trofeos. Todo es tan imponente, formal y de dimensiones tan grandes que los visitantes se sienten empequeñecidos y casi intimidados. La mayor parte del palacio se ha convertido en hotel, pero las alas superiores siguen habitadas por la antigua familia real de Jodhpur. Las salas de recepción principales son también entrada del museo del palacio, con sus colecciones únicas de relojes antiguos de todo tipo, miniaturas mogoles y rajput, armaduras, objetos de arte y ambiciosas pinturas murales (abierto de 9 a 5). Cada estancia es diferente, pero todas son espaciosas y están decoradas con mobiliario de época original. Las suites son verdaderamente espléndidas, con seis habitaciones cada una y balcones con vistas a los jardines. Los atardeceres en la terraza, a la luz de la luna, son una delicia. Cada noche tienen lugar actuaciones musicales a cargo de músicos con turbantes en un escenario mágico natural formado por los jardines con quioscos y por la fortaleza iluminada como telón de fondo.
Moderado: El nuestro, Ajit Bhawan Palace, cerca de la Circuit House, es el rival más directo del Umaid Bhawan. Construida para el hermano pequeño de Umaid Singh, esta antigua mansión cubierta de buganvillas ha sido transformada en un encantador hotel que rebosa de reliquias de familia, curiosidades de la época del Raj, trofeos de caza y un ambiente muy agradable. Un descendiente de Ajit, Maharajá Swaroop Singh, tío del actual maharajá de Jodhpur, lo regenta con mucha elegancia, en el más tradicional estilo propio de una residencia de invitados. En esta mansión se puede elegir entre las habitaciones dobles con aire acondicionado, o cualquiera de las elegantes casas de campo que hay repartidas por los jardines, cada una diseñada como si de una casa tradicional de pueblo se tratara, aunque con baños embaldosados con azulejos de calidad legítima. Los excelentes desayunos y las cenas de la casa son servidos en el jardín o en el patio. Se pueden además concertar partidas de golf, squash, paseos en camello y muy interesantes visitas al pueblo. Hay que hablar con el maharajá para lograr adquirir un par de los clásicos jodhpurs de Jodhpur. Hay que cenar por lo menos una vez en el Umaid Bhawan Palace o en el Ajit Bhawan, ya que ambos ofrecen una comida de calidad, estilo único y decoración espectacular. Las principales atracciones del Umaid Bhawan incluyen un excelente banquete tipo bufé en el magnifico Marwal Hall, con sus resplandecientes lámparas de araña, espejos abrillantados y tigres disecados, y los tés de media tarde en la terraza. El Ajit Bhawan es ideal para probar los platos típicos de la cocina del oeste de Rajastán. Si es verano, se puede comer en el jardín o en el patio. En cambio, durante los crudos inviernos de la región, se come al calor de una chimenea.