LOS EUNUCOS DE LA INDIA

 

Todos los países del mundo poseen cifras de travestidos, hermafroditas y ambivalentes sexuales, pero en raras ocasiones desempeñan un papel tan destacado como los eunucos en la India: los hijras. Superando los 400.000 (150.000 sólo en Delhi), han estado allí durante siglos, se mencionan en el Mahabharata, y el Kama Sutra subraya las mejores formas de practicar el sexo con un eunuco.

 

Los hijras se reúnen en clanes que sustituyen los lazos de la familia y de las castas a los que renuncian al iniciarse, y generalmente viven en territorios bien definidos en las ciudades principales. La mayoría de ellos son afeminados, ya que la castración trae consigo cambios hormonales, pero no son por definición homosexuales. Pueden reconocerse fácilmente: van maquillados de forma llamativa, son muy altos y suelen hacer gestos toscos; sus danzas acompañadas de música chillona son sensuales. Popular­mente despreciados por su comportamiento vulgar; también son temidos por el extraño poder de su ambigüedad: sus maldiciones infunden terror. Algunos sobreviven como vagabundos en los templos o como prostitutas, pero la mayoría canta y baila en las bodas y nacimientos, y reciben badhai (propinas) por bendecir o simplemente por marcharse. Su presencia en el nacimiento de un niño, sobre todo un varón, es de buen augurio; se cree que el hijra absorbe las tendencias homosexuales del infante, y en algunas poblaciones concretas la familia que renuncia a invitar a un eunuco a un nacimiento se arriesga a ser el  centro de las habladurías de la comunidad local, que la acusa de ocultar un retoño hermafrodita.

 

Todos los clanes de hijra poseen un gurú, un eunuco mas viejo que preside las cere­monias de iniciación, protege al grupo socialmente vulnerable y recibe una parte elevada del dinero recaudado. Los miembros del All India Hijra Kalyan Sabha un grupo social creado en 1984 para proteger sus derechos, han revelado que anualmente como mínimo 1000 jóvenes, algunos vagabundos y otros casados con hijos son secuestrados, obligados a prostituirse y al final castrados a la fuerza. Este movimiento cree que los gurús hacen parte de su fortuna subastando eunucos principiantes; es decir, les pagan para captar hombres sanos y atractivos. Las castraciones, realizadas por mé­dicos callejeros sin los medios adecuados, se aplican a pacientes fuertemente drogados cuyas heridas son curadas con sustancias como hierbas, aceite de mostaza y excremen­to de vaca. No utilizan anestesia, si bien con frecuencia se necesita coser 100 puntos de sutura; por tanto, el índice de mortalidad es de un 75 % (aunque un “doctor” acusado de realizar castraciones declaró recientemente qua sólo 1 de las 1.000 operaciones que había practicado resultó mortal).

 

En 1993 el Hijra Kalyan Sabha apoyó las demandas de varios eunucos qua acusaron a aquellos que los habían castrado de haberlo hecho a la fuerza. Sin embargo las mafias de hijras amenazan con la muerte a los que rompen el silencio, por ello la formulación de cargos constituye una proeza. La ley India no considera la castración un delito (el equivalente mas cercano listado en el código penal es “rapto y daño grave causado con un arma afilada”); la policía se niega a intervenir; además, conseguir pruebas concluyentes de secuestro y castración resulta extremadamente difícil. Los tribunales locales han cooperado mas y han obligado a la policía a completar las investigaciones, pero pocos casos han acabado en una condena firme y las víctimas continúan sobreviviendo en una sociedad donde nunca serán completamente aceptadas.