La fuente más completa y exhaustiva para el conocimiento de la mitología maya es el Popol Vuh (Libro de la comunidad o del consejo), biblia de los maya-quichés (de qui, ‘muchos’, y che, ‘árbol’: ‘tierra de muchos árboles’), del año 1550. Deben considerarse también los Libros de Chilam Balam, escritos en maya de Yucatán en la época de la conquista, y la Relación de las cosas de Yucatán, de 1566, compuesta por el español Diego de Landa, que incluye interesantes datos sobre su vida en el siglo XVI.

Los dioses mayas se distinguen por su naturaleza antropomorfa, fitomorfa, zoomorfa y astral. La figura más importante del panteón maya es Itzamná, dios creador, señor del fuego y del corazón. Representa la muerte y el renacimiento de la vida en la naturaleza. Itzamná se vincula con el dios Sol, Kinich Ahau, y con la diosa Luna, Ixchel, representada como una vieja mujer endemoniada. Algunos investigadores opinan que su nombre deriva de las palabras con que supuestamente se definió ante los hombres: “Itz en Caan, itz en muyal” (“Soy el rocío del cielo, soy el rocío de las nubes”). Pero también parece que significa “casa de la iguana” y, conforme a esta idea, habría cuatro itzamnás, correspondientes a las cuatro direcciones del universo. Cuatro genios o divinidades, los Bacabs, por otra parte, aparecen como sostenedores del cielo, identificados con los cuatro puntos cardinales que, a su vez, se asocian con colores simbólicos (Este: rojo; Norte: blanco; Oeste: negro; Sur: amarillo), un árbol (la ceiba sagrada) y un ave. Según otra versión, los pueblos mayas serían hijos de Hunab Ku, ser supremo y todopoderoso.

 

 

 

Chaac, que se destacaba por su larga nariz, es el dios de la lluvia y suele aparecer multiplicado en chaacs, divinidades que producen la lluvia vaciando sus calabazas y arrojando hachas de piedra. Las uo (ranas) son sus acompañantes y actúan como anunciadoras de la lluvia. Ligado con la vegetación y con el alimento primordial entre los mayas y otras culturas precolombinas estaba el joven dios del maíz, Ah Mun, en frecuente lidia con el dios de la muerte, Ah Puch, señor del noveno infierno, dios de la muerte. Otras divinidades asociadas con las tinieblas y la muerte son Ek Chuah, dios negro de la guerra, de los mercaderes y de las plantaciones de cacao. Sobresale también Ixtab, diosa de los suicidios.

 

 

La similitud y los contactos entre la cultura maya y la azteca explican la aparición entre los mayas de la serpiente emplumada (Quetzalcóatl), que recibe el nombre de Kukulcán en Yucatán y de Gucumatz en las tierras altas de Guatemala. Kuculcán es el dios del bien y HURAKÁN el dios del mal.

Kukulcán (Dios del Viento, del bien)

 

COSMOGONÍA

Como en el mito de los orígenes de otras culturas, entre los mayas aparece el del silencio y las tinieblas originales. Nada existe y es la palabra la que dará origen al Universo. De ello se encargan los progenitores, entre los que se cuentan Gucumatz y Hurakán, el Corazón del Cielo, además de Ixpiyacoc e Ixmucané, abuelos del Alba.

 

La creación del ser humano pasó por varias pruebas hasta llegar a su estado definitivo. En el primer intento, la materia empleada fue el barro, “pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía”, no podía andar ni multiplicarse, “al principio hablaba, pero no tenía entendimiento”. En la segunda prueba, los progenitores decidieron hacer muñecos de madera, que “se parecían al hombre, hablaban como el hombre”, pero, aunque se multiplicaron, no tenían alma, entendimiento ni memoria de su creador, “caminaban sin rumbo y andaban a gatas”. Fueron destruidos y sobrevino un gran diluvio. Además de los males enviados por los dioses, también se rebelaron, vengándose de ellos, los perros, las aves de corral, las piedras de moler, los utensilios domésticos. El intento definitivo de creación concluyó con los hombres de maíz, que fueron cuatro: Balam-Quitzé (Tigre sol o Tigre fuego), Balam-Acab (Tigre tierra), Mahucutah (Tigre luna) e Iqui-Balam (Tigre viento o aire). Éstos estaban dotados de inteligencia y buena vista, de la facultad de hablar, andar y agarrar las cosas. Eran además buenos y hermosos. El desarrollo de los seres humanos se identifica entre los mayas con el principal cultivo y fuente de sustento, el maíz: “de maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados”.

   

COSMOLOGÍA Y PALINGENESIA

Los mayas creían que había trece cielos dispuestos en capas sobre la tierra y que eran regidos por sendos dioses llamados Oxlahuntiku. La tierra se apoyaba en la cola de un enorme cocodrilo o de un reptil monstruoso que flotaba en el océano. Existían nueve mundos subterráneos, también dispuestos en capas, y regidos por sendos dioses, los Bolontiku, que gobernaban en interminable sucesión sobre un ciclo o semana de nueve noches. El tiempo era considerado una serie de ciclos sin principio ni fin, interrumpidos por cataclismos o catástrofes que significaban el retorno al caos primordial. Pero nunca se acabaría el mundo porque creían en la palingenesia, la regeneración cíclica del universo. Los libros del Chilam Balam exponen predicciones acerca de esos ciclos de destrucción y renacimiento, como la que relata la sublevación de los nueve dioses subterráneos contra los trece dioses celestiales, el robo de la gran serpiente, el derrumbe del firmamento y el hundimiento de la tierra. También en el Chilam Balam se dice que en 1541 llegaron los dzules, los extranjeros. Hasta ese momento estaba medido “el tiempo de la bondad del sol, de la celosía que forman las estrellas, desde donde los dioses nos contemplan”, pero llegaron los dzules y lo deshicieron todo. “Enseñaron el temor, marchitaron las flores, chuparon hasta matar la flor de los otros porque viviese la suya”: habían venido “a castrar al Sol”. Según los mayas lacandones, cuando se acabe el mundo los dioses decapitarán a todos los solteros, los colgarán por los talones y juntarán su sangre en vasijas para pintar su casa. Después reconstruirán la ciudad de Yaxchilán, donde se habrán refugiado los lacandones. Según otra versión, los jaguares de Cizín, dios del inframundo, se comerán al Sol y la Luna.

LAS ÚLTIMAS MORADAS

Entre los mayas existen tres moradas diferentes para los muertos: el inframundo, un paraíso que se encuentra situado en uno de los cielos y una morada celestial. La primera, llamada Mitlán, Metnal o Xibalbá (así se la nombra en el Popol Vuh), está en el quinto de los nueve submundos, el más profundo. Llegar hasta allí es peligroso: el muerto necesita un par de zapatos nuevos, debe pasar tres puertas y cruzar un lago con ayuda de perros. La segunda, el paraíso, es un lugar ameno donde corre leche y miel y equivale a la morada de los dioses de la lluvia o tlálocs mexicas. En el paraíso hay además un espacio para los niños, a quienes se coloca en un gran árbol lleno de pechos de mujer que los siguen alimentando. Según algunas interpretaciones, también los suicidas acaban en la segunda morada. La tercera morada está en el cielo séptimo, el más alto, donde van los que han pasado una temporada en el inframundo, los muertos en la guerra y las mujeres que murieron en el parto. Uno de los dioses de la muerte más importantes es Cizín, también relacionado con los temblores de tierra y con el color amarillo, símbolo de la muerte. No es casual su vínculo con el dios Jaguar, a quien se considera señor de la noche estrellada, aunque en realidad reina al mismo tiempo en el cielo, en la tierra y en el mundo subterráneo de las sombras. Bajo distintos nombres (onza, ocelote, yaguareté) aparece en distintas mitologías de África y América, como en la tupí-guaraní, en una de cuyas leyendas se cuenta que “Jaguar reventó el vientre de Sol, lo comió, le royó los huesos” o, según otra versión, que tiene una piel de color azul celeste y está esperando la orden divina para devorar a la humanidad.

Prescindiendo de Hunab Ku, el creador, que no parece haber desempeñado un papel importante en la vida de la gente del pueblo, el gran Itzamná, hijo de Hunab Ku se destacaba a la cabeza del panteón maya. En los códices, Itzamná aparece representado como un viejo de mandíbulas sin dientes y carrillos hundidos. Su nombre tiene dos jeroglíficos, el primero, que puede ser una representación convencional de su cabeza, y el segundo que contiene como elemento principal el signo del día Ahau. Este signo de día, significaba "rey, emperador, monarca, príncipe o gran señor"; de manera que el segundo de los jeroglíficos del nombre de Itzamná declara su posición como jefe del panteón maya. Era el patrono del día Ahau, el último y más importante de los veinte días mayas.

     Itzamná era el Señor de los Cielos,de la Noche y del Día. En estos últimos conceptos está asociado con Kinich Ahau, el dios del sol a quien adoraban con especialidad en Izamal, en el norte de Yucatán, y con Ixchel, la diosa de la luna. Se dice de Itzamná que fue el primer sacerdote, el inventor de la escritura y de los libros, que dio a los lugares de Yucatán el nombre con que se conocen y que dividió las tierras en esa región. Estas actividades indican que el culto de Itzamná no tuvo origen en Yucatán, sino que fue traído de alguna otra parte; y como sabemos que la institución sacerdotal y la escritura jeroglífica se desarrollaron primero en la Época Clásica, es probable que haya sido una deidad trasplantada del Petén. Como primer sacerdote e inventor de la escritura, Itzamná es claramente un dios cuyo origen se remonta a los principios de la historia maya y que probablemente estuvo siempre a la cabeza del panteón de aquellas gentes.

     Itzamná era una deidad benévola, siempre amiga del hombre. Nunca se ve asociado su nombre con la destrucción o desastre; y nunca aparece en los códices acompañado de los símbolos de la muerte.

Itzamná (Dios del Cielo)

 

Chaac (Dios de la lluvia)

El dios de la lluvia, Chaac está representado en los códices con una larga nariz y dos colmillos enrollados que le salen de la boca hacia abajo. El adorno que lleva en la cabeza es generalmente una faja anudada y el jeroglífico de su nombre tiene un ojo que, en el Códice Tro-Cortesiano, toma la forma de una T. Se ha sugerido que este elemento representa lágrimas que brotan del ojo, pudiendo simbolizar la lluvia y, por consiguiente la fertilidad. Este signo es también el jeroglífico del día Ik, cuya deidad patrona era quizá el dios de la lluvia.

     Chaac era una divinidad universal de primera categoría, sin embargo no era considerado como una deidad única, sino como los cuatro dioses de los puntos cardinales, teniendo cada uno su propio color: 

 ·  Chac Xib Chaac (El hombre rojo) Chaac del Este

·  Sac Xib Chaac (El hombre blanco) Chaac del Norte

·  Ek Xib Chaac (El hombre negro) Chaac del Oeste

·  Kan Xib Chaac (El hombre amarillo) Chaac del Sur

 Esta concepción es semejante a nuestra propia creencia de la Santísima Trinidad, compuesta de tres dioses en uno.

     En el mes de Chen o Yax se celebraba un gran festival en honor a los Chaakes, que llamaban el ocná "entrar a la casa". Con anticipación se consultaba a los cuatro dioses conocidos como Bacabes, que estaban íntimamente asociados con los Chaakes, a fin de que indicaran un día propicio para la ceremonia, la cual estaba consagrada a la renovación del Templo de los Chaakes. Durante esta ceremonia, que se celebraba una vez al año, se renovaban los ídolos y los incensarios y, si era necesario, se reconstruía el templo y se colocaba en la pared una tablilla conmemorando el suceso.

     De igual manera que Itzamná estaba asociado con el dios sol, Chaac parece haber estado asociado con el dios del viento. En realidad, el dios del viento puede ser únicamente una manifestación del dios de la lluvia, y es posible que no haya tenido existencia separada.

     El dios de la lluvia era, como Itzamná, una deidad benévola, asociado con la creación y la vida. Para el cultivador ordinario de maíz, cuyo mayor interés era su sementera, Chaac era la más importante de las deidades, y su intervención amistosa era requerida más a menudo que la de todos los demás dioses combinados. Los mascarones murales de narices largas y encorvadas que se encuentran ent odo el territorio maya, especialmente en la arquitectura Puuc, no son probablemente otra cosa que representaciones de la cabeza de este dios.

Yum Kax (Dios del maiz)

 

En el orden de la frecuencia de su representación en los códices corresponde al tercer lugar, al dios del maíz o dios de la agricultura, que aparece 98 veces en los tres manuscritos. Se le representa siempre como un joven y algunas veces como una mazorca de maíz como ornamento de la cabeza. En algunas ocasiones se ve esta mazorca brotando del jeroglífico del día Kan, que es el propio símbolo del maíz en los códices. Kan era también el día del cual era patrono este dios. De todos los dioses representados en los códices, esta deidad ofrece el mayor grado de deformación de la cabeza.

     El jeroglífico de su nombre es su propia cabeza que se resuelve en su parte más alta en una mazorca de maíz muy estilizada y cubierta de hojas.

     Este dios era el patrono de la labranza, y los códices lo presentan ocupado en gran variedad de trabajos agrícolas. Directamente, o personificado por un sacerdote, aparece algunas veces en la escultura de la Época Clásica, regando granos de este cereal sobre la cabeza de la madre tierra. Lo mismo que el maíz que simboliza, tiene muchos enemigos y su destino estaba sujeto a los dioses de la lluvia, el viento, la sequía, el hambre y la muerte. En un lugar se presenta bajo la protección del dios de la lluvia y en otro combate con el dios de la muerte. En un lugar se presenta bajo la protección del dios de la lluvia y en otro en combate con el dios de la muerte.

     Aunque su nombre específico como dios del maíz es desconocido, su identidad parece haberse confundido en los últimos tiempos de la Epoca Postclásica con la de una deidad agrícola más general que conocían con el nombre de Yum Kax, o Señor de los Bosques, y por lo menos algunas de sus funciones fueron asumidas por el más poderoso Chaac. De igual manera que Itzamná y Chaac, era una deidad benévola, un dios de la vida, prosperidad y abundancia.

Ah Puch (Dios de la muerte)

Corresponde al cuarto lugar, por el orden de su representación, al dios de la muerte, que aparece 88 veces en los tres manuscritos. Tiene por cabeza una calavera, muestra las costillas desnudas y proyecciones de la columna vertebral; si su cuerpo está cubierto de carne, ésta se ve hinchada y cubierta de círculos negros que sugieren la descomposición. Accesorios imprescindibles del vestido del dios de la muerte son sus ornamentos en forma de cascabeles. Estos aparecen algunas veces atados a sus cabellos o a fajas que le ciñen los antebrazos y piernas, pero más a menudo están prendidos de un collar en forma de golilla. Estos cascabeles de todos tamaños, hechos de cobre y a veces de oro, se encontraron en considerables cantidades durante el dragado del Pozo de los sacrificios de Chichén Itzá, se supone que en el lugar donde habían sido arrojados con las víctimas inmoladas.

     Ah Puch, la antítesis de Itzamná, tiene como él dos jeroglíficos de su nombre, y es, después de éste, la única deidad que se distingue de esta manera. El primero representa la cabeza de un cadáver con los ojos cerrados por la muerte, el segundo la cabeza del dios mismo, con la nariz truncada, mandíbulas descarnadas y como prefijo un cuchillo de pedernal para los sacrificios. Un signo que se encuentra asociado frecuentemente al dios de la muerte es algo parecido a nuestro signo de tanto por ciento %. El dios de la muerte era la deidad patrona del día Cimí, que significa "muerte" en maya.

     En el caso de Ah Puch, estamos frente a una deidad de primera clase, como lo prueba la frecuencia de sus representaciones en los códices. Como jefe de los demonios, Hunhau reinaba sobre el más bajo de los nueve mundos subterráneos de los mayas, y todavía hoy creen los mayas modernos que bajo la figura de Yum Cimil, el Señor de la Muerte, merodea en torno a las habitaciones de los enfermos en acecho de su presa.

     Ah Puch es una deidad malévola. Su figura está asociada frecuentemente con el dios de la guerra y de los sacrificios humanos, y sus constantes compañeros son el perro, el ave Moán y la lechuza, considerados como criaturas de mal agüero y de muerte.

Xaman Ek (Dios de la Estrella Polar)

La quinta deidad más común en los códices es Xaman Ek, el dios de la estrella polar, que aparece 61 veces en los tres manuscritos. Se le representa siempre con la cara de nariz roma y pintas negras peculiares en la cabeza. No tiene más que un jeroglífico de su nombre, su propia cabeza, que se ha comparado a la del mono. Esta cabeza, con un prefijo diferente al de su nombre, es también el jeroglífico del punto cardinal norte, lo cual tiende a confirmar su identificación como dios de la estrella polar. La naturaleza de su aparición en los manuscritos indica que ha de haber sido la personificación de algún cuerpo celeste, importante.

En algún lugar se habla de Xamán Ek como del "guía de los mercaderes", y bien puede haberlo sido, puesto que la estrella polar es la única estrella fija que se observa en las latitudes del Petén y Yucatán, que no cambia radicalmente de posición durante el año. Se dice también que los mercaderes le ofrecían copal (pom) en los altares que se ven a la orilla de los caminos. Era una deidad benévola; se la encuentra asociada con el dios de la lluvia y era probablemente el patrono del día Chuen.

Ek Chuah es la sexta deidad más comúnmente representada en los códices y se presenta en ellos 40 veces. Tiene un labio inferior grueso y colgante y aparece generalmente pintado de negro, el color de la guerra. El jeroglífico de su nombre es un ojo con un aro negro. Este dios parece haber tenido un carácter doble y un tanto contradictorio; como dios de la guerra era malévolo, pero como dios de los mercaderes ambulantes era propicio. En el carácter primeramente indicado aparece con una lanza en la mano, a veces combatiendo y aun vencido por otro dios de la guerra. Lo hemos visto ya con Ixchel, armado de jabalinas y de lanza, tomando parte en la destrucción del mundo por el agua. Como un dios favorable aparece con un fardo de mercancías sobre la espalda, semejante a un mercader ambulante, y en algún lugar se le muestra con la cabeza de Xamán Ek, dios de la estrella polar, "guía de las mercaderes". Ek Chuah era también el patrono del cacao, y los que poseían plantaciones de este fruto celebraban una ceremonia en su honor en el mes de Muán. En uno de sus aspectos parece haber sido hostil al hombre, y en el otro su amigo, una deidad de dos caras, parecida al dios Jano de la antigua Roma.

Ek Chuah (Dios de la Guerra)

 

Esta deidad aparece 33 veces en los códices y se presenta siempre en relación con la muerte. Su característica constante es una línea negra que le rodea parcialmente el ojo y se prolonga hacia abajo sobre la mejilla. Su propia cabeza, con el número 11 enfrente, es el jeroglífico de su nombre. Puede ser el patrono del día maya Manik, cuyo signo es la mano en actitud de agarrar. Se le muestra algunas veces en compañía de Ah Puch, el dios de la muerte, en escenas de sacrificios humanos. Es también un dios de la guerra por derecho propio, y se le ve incendiando casas con una antorcha en una mano, mientras que con la otra, armada de una lanza, las echa por el suelo. El concepto de un dios de la guerra y de un dios de la muerte mediante la violencia y los sacrificios humanos, parecen combinarse en esta deidad.

Dios de la Muerte Repentina

 

Kukulcán (Dios del viento)

La asociación que alguien ha sugerido del famoso héroe de la cultura maya-mexicana. Kukulcán, con el dios maya del viento, no se ha establecido con certeza. El dios del viento aparece raras veces en los códices, habiendo menos de una docena de representaciones del mismo y ni una sola en el Códice Tro-Cortesiano, un manuscrito de los últimos tiempos de la Epoca Postclásica. En vista de la posición predominante que tuvo Kukulcán durante la Epoca Postclásica, parece extraño que si aquél era el dios del viento, no se hayan encontrado más representaciones suyas.

     La asociación del dios del viento con Chaac, el dios de la lluvia, es muy estrecha. En el Códice Peresiano vemos a Chaac haciendo una ofrenda a la cabeza del dios del viento en conexión con una ceremonia de final de katún. Y es que la identificación del dios del viento con Kukulcán se funda en la asociación parecida que hay en la mitología azteca de Quetzalcóatl con Ehécatl, el dios del viento, que barre el camino del dios de la lluvia. Como los dioses mayas del viento y de la lluvia están asimismo íntimamente asociados, y puesto que tanto el dios maya del viento como Quetzalcóatl-Ehécatl, el dios azteca del viento, tienen grandes trompas foliadas, puede haber alguna relación entre el dios maya del viento y Kukulcán. Esta conexión se ha sugerido tan sólo y el propio Chaac, principal dios maya de la lluvia, ha sido identificado como Kukulcán por varias autoridades. Algunos creen que la conexión, entre el dios del viento y el dios de la lluvia es tan estrecha, que indica que el primero no es más que una manifestación especial del segundo y que, no debiera considerarse como una deidad separada. El jeroglífico de su nombre se encuentra frecuentemente en relación con el de Chaac. Era patrono del día Muluc y se le tenía por una deidad benévola.

Ixchel era un personaje importante del panteón maya, aunque aparentemente poco amiga del hombre. Ya la hemos visto en la figura de una vieja airada en la destrucción del mundo por el diluvio. En la lámina aparece también como la personificación del agua como elemento de destrucción, de las inundaciones y torrentes de lluvia. Se la representa generalmente rodeada por símbolos de muerte y destrucción, con una serpiente retorciéndose sobre su cabeza y huesos cruzados bordados en su falda.

     Pero Ixchel parece haber tenido también un lado bueno. Era la consorte de Itzamná, el Señor del Cielo, y mientras su marido se muestra algunas veces como el dios sol, ella parece haber sido la diosa luna. Era también la patrona de la preñez y la inventora del arte de tejer.

Ixchel (Diosa del Parto, del Tejido y posiblemente de la Luna)

 

Los antiguos mayas creían que los suicidas se iban directamente al paraíso. Tenían una diosa especial que era la patrona de los que se habían privado de la vida ahorcándose, la llamaban Ixtab, diosa del suicidio. Puede verse esta diosa en el Códice de Dresde donde aparece pendiente del cielo por medio de una cuerda que está enrollada a su cuello. Tiene los ojos cerrados por la muerte, y en sus mejillas un círculo negro que representa la descomposición de la carne.

Ixtab (Diosa del suicidio)

 

Fuentes:

Enciclopedia Encarta y Morley, Sylvanus G. La Civilización Maya (Revisada por George W. Brainerd. Fondo de Cultura Económica